Prologo Catalogo 1995
por Raúl Santana, Director del Museo de Arte Moderno - Setiembre 1995
Las obras actuales de Liliana Golubinsky -dentro de su heterogeneidad- nos conducen constantemente al mismo punto: experimentar un singular espacio en el que ante todo se despliegan distintos códigos visuales: collage, pintura y dibujo. Pero todavía hay otras confluencias que merecen tenerse en cuenta: como secretas claves, las imágenes se reiteran formando los ejércitos de sus ignotas batallas, son extraídas de la historia del arte: citan a Velázquez a Goya, etc... Estas confluencias hacen de sus cuadros un itinerario atravesado de signos sensibles. Y si por un lado, sus grandes telas parecieran aludir a un espacio naturalista, por otro, las escrituras que atraviesan la superficie de punta a punta, introducen un elemento conceptual que hace del todo un cabal espacio simbólico.
La artista -que en los pequeños trabajos sobre cartón dibujados con frescura y deliberada torpeza- pareciera recrear la experiencia prístina de los niños, también se comporta en las grandes telas como una niña que juega a ubicar sus caballos y soldaditos de plomo para comenzar la batalla. En este sentido, la obra de Golubinsky constituye una secuencia de metáforas cuyos alcances mas allá del sentimiento que nos transmites se prestan a múltiples interpretaciones. Si sus tumultuosas batallas son atravesadas por una especie de festiva celebración por otro lado, la confluencia de cambiantes signos, hacen de estas superficies algo análogo a los palimpsestos pues allí, a medias presentes, a medias borrados, se han ido superponiendo distintos relatos que, como marcas del tiempo, se introducen otras imponderables cifras en sus espléndidos cuadros. Raúl Santana Director del Museo de Arte Moderno Setiembre 1995.