Prólogos

Cornucopia

Lic. Julio Sánchez, curador, crítico y docente

Sin querer, con la torpeza que tienen algunos dioses del Olimpo, Zeus quebró uno de los cuernos de la cabra Amaltea que lo había criado con su leche. En compensación quien tuviera ese cuerno podía pedir todo lo que quisiera, y empezó a llamarse "cornucopia" o cuerno de la abundancia.
Los escudos de muchos países (Colombia, Venezuela, Perú) y también provincias (Mendoza, Querétaro en México) todavía hoy ostentan cornucopias que derraman frutas, flores y monedas de oro, como símbolo de fertilidad de sus tierras. Así de fértil, así de abundante es la obra de Liliana Golubinsky. En sus pinturas, como en los tapizados de sus banquetas o sillones, o en los vestidos de sus maniquíes, hay tal multitud de personajes y situaciones como en aquellos cuadros de Pieter Brueghel habitados por niños, campesinos, cazadores, reyes y juglares. Del mismo modo Liliana puede hace convivir a Superman con Caperucita Roja, o intimar luchadores de sumo con cíclopes, y se arriesga a ironizar con citas cultas y graciosas a la vez, como una versión masculina de la Ofelia ahogada en una inundación. También nos advierte que tanta abundancia puede confundirnos, los cuatro maniquíes que acompañan sus pinturas no tienen cabezas sino madejas de lana que se han enredado en sí mismas.
Quién no se haya embarullado en sus propios pensamientos, que arroje la primera piedra. También hay biombos, uno de ellos con imágenes de personajes chinos que Liliana bautizó como "mandarinas" para feminizar al chino mandarín. Las pinturas tienen varios lenguajes, historietas, abstracción, figuración, llenos y vacíos, danzando como en una Torre de Babel, pero con un mensaje claro y secreto: no importa el enredo, siempre podremos encontrar el hilo que nos ayude a superar la confusión reinante.